Es común acusar a los productos de la agricultura ecológica
de ser más caros que los de la convencional, y como consecuencia plantearla
como una opción alimentaria para quien pueda permitírsela. Implícitamente se
considera que sólo unos pocos podrán permitirse “el capricho”. Lo que da por
sentado este argumento es que los alimentos así obtenidos son mejores y más
sanos, lo que también implica dar la razón a quienes argumentan a favor de la
misma… Pero volviendo a la cuestión del precio, es cierto que los productos
realmente ecológicos son más caros. Explicar esto es materia para otra entrada,
sin duda, pero ahora nos interesa argumentar por qué es sensata una estrategia
de desarrollo local que la utilice como herramienta.